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El inGEnio DE “Por

HuEboS”

frEntE A lA

inVASión DE loS iDiotAS

Recientes episodios de mensajes hirientes, de

odio, que sobrepasan cualquier barrera moral

al

festejar y hacer burla de la muerte de una perso-

na de profesión torero, hacen que comparta con el

lector estas reflexiones. Me preocupa la ausencia

de ingenio y de crítica constructiva e inteligente

en las redes, esa que pone el dedo en la llaga sin

herir, logrando con el ingenio y el encanto del len-

guaje mucho más que con el insulto. Críticas que

consiguen cambiar el curso de las cosas con la

complicidad y sonrisa de quien la lee y que inclu-

so logran modificar la actitud de la “víctima” del

azote lingüístico.

Mi memoria me lleva a la mezcla de valentía e in-

genio que demostró el abogado valenciano Jesús

Sancho Tello [+ 1999]. Fue procesado por desaca-

to a la autoridad, cuando solicitó a un juez que

modificara su resolución “por huebos”. Lo escribió

con “b” con toda la intención después de consul-

tar a la Real Academia de la Lengua el significado

de esa expresión que, en castellano ortodoxo, sig-

nifica “por necesidad”. De esta manera tan sutil,

denunciaba el abogado los errores cometidos, a

su parecer, en el proceso. El juez no entendió la

sutileza, pensó que se trataba de un error orto-

gráfico y de ahí su decisión de procesar al abo-

gado. Sancho Tello logró que el proceso se sobre-

seyera en la Audiencia Provincial. No se arrugó y

le reprochó al Juez no conocer gramática siendo

obligación de los profesionales del foro tener un

conocimiento amplio del lenguaje.

Más allá de la repercusión jurídica del caso, esta

anécdota pasará a los anales del derecho como

muestra de habilidad e ingenio. Ocurrió en la dé-

cada de los 80, mucho antes de que la vida hubie-

ra que resumirla en 140 caracteres. Pero quizá hoy

podrían tomar buena nota de ella algunos gurús

de Twitter o Facebook.

Internet es un altavoz con amplificador de al-

cance global para la información y las opiniones.

Esa es su grandeza y también su mayor debili-

dad. Un arma potente capaz de comunicar al ins-

tante, a cualquier lugar del mundo, una noticia,

un comentario, una imagen, un sentimiento. Ca-

paz de mover a las masas, de crear opinión. Pero

que, en las manos equivocadas, puede también

hacer mucho daño: insultos, acoso, críticas per-

sonales y despiadadas que se envuelven en el

anonimato de la red para mostrar su peor cara.

Es la nueva delincuencia tecnológica, el crimen

de la palabra.

En mi opinión, para combatir estos excesos, la

clave es el respeto. Los límites de la palabra en las

redes sociales, en el mundo virtual, deberían ser

los mismos que en el mundo real. Antes de lanzar

un comentario al ciberespacio, cabría pensar en la

persona o personas aludidas ¿les diríamos lo mis-

mo en una conversación cara a cara? ¿O realmen-

te es el anonimato de la red el

que nos confiere esa falsa valentía para herir con

las palabras, para lanzar la piedra y esconder la

mano? No podemos amparar determinadas ma-

nifestaciones bajo el paraguas de una mal enten-

dida libertad de expresión.

Lo que me une ahora al escritor y filósofo italiano

Umberco Eco, que se despachaba con estas duras

palabras: “Las redes sociales le dan el derecho de

hablar a legiones de idiotas que primero habla-

ban solo en el bar después de un vaso de vino,

sin dañar a la comunidad. Ellos eran silenciados

rápidamente y ahora tienen el mismo derecho a

hablar que un premio Nobel. Es la invasión de los

idiotas”.

Mi respeto por aquellos que pueden criticar sin

herir, denunciar sin desprestigiar, informar sin

mentir. Y mi repulsa a los mediocres, los cobar-

des. Aquellos que pretenden ganar el respeto con

el miedo que proyectan en sus “víctimas”, con la

violencia verbal y el recurso al insulto, a la injuria,

carentes de humildad e inteligencia.

Habría que establecer limites claros en las redes

sociales, con los mismos baremos que imperar en

otros ámbitos de la vida y habría que hacerlo, por

“huebos”.

JOSÉ dOMINGO

MONFOrTE

Abogado

TRIBUNA

COMUN

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