CAMINAR POR LA MEMORIA Caminar por el casco antiguo de Biar es algo más que turismo. Es casi una arqueología emocional. La trama urbana conserva el sabor de su origen andalusí, con calles estrechas, que se enroscan como si quisieran esconder secretos. En el barrio de San Roque, las casas se agolpan en cuestas empedradas y los antiguos portales —como el de la Vila o el de la Torreta— recuerdan que aquí hubo murallas y que, tras ellas, vivieron musulmanes, cristianos, artesanos, soldados y comerciantes. En el corazón del pueblo, la plaza de la Constitución reúne dos símbolos de la nueva etapa tras la conquista: el Ayuntamiento y la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, gótico tardío con añadidos renacentistas y barrocos. A unos pasos, el Museo Etnográfico cuenta con sencillez y cariño cómo era la vida diaria de los biarenses: su trabajo en el campo, sus oficios, sus costumbres. FIESTAS Y NATURALEZA Si hay un momento en el que Biar se transforma, es en mayo. Sus Fiestas de Moros y Cristianos, de las más antiguas del Levante, no son solo una celebración colorida: son una representación popular de siglos de convivencia -y también de conflicto– entre culturas. La Bajada de la Virgen, que se celebra el 12 de mayor, iluminada por cientos de hogueras en la montaña, es uno de los momentos más emotivos del calendario festivo. El entorno natural de Biar, enmarcado por la Serra de la Fontanella, invita a rutas senderistas que parten desde el santuario de la Virgen de Gracia. Entre los tesoros del paisaje, destaca el antiguo nevero, donde se almacenaba nieve para los meses de verano, hoy reconvertido en sala de exposiciones. El acueducto gótico del siglo XV y las numerosas ermitas que rodean la villa son testigos del proceso de colonización cristiana y de la convivencia —no siempre pacífica— entre las comunidades musulmana y cristiana tras la conquista. COMUNICAV 43
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